Difícil me resulta saber que no me entiendes
creer que mis palabras son las que te hieren.
Difícil me resulta hurgar en tu memoria,
en las penas que sostienes colgadas de tu historia.
Sin embargo no me animo, no me dejan mis rencores
a olvidarme de tormentas y de sueños desertores.
Que tal si no creías que el amor se nos muriese,
que de tanto desangrarse nuestro otoño no florece.
Tengo el sol por ambos lados y la luna en mi horizonte,
la montaña a mis espaldas y por delante los montes.
Voy sabiendo que mi estrella tiene el color de la sangre
en casi todos su bordes y en el centro de sus valles.
Fuiste dueña de mis ojos, de mi lengua y mi semblante,
de mis atardeceres rotos y quimeras delirantes.
Fuiste reja de mi puerta en la cárcel de mi enojo,
en el dolor de mi herida y en el llanto que deshojo.
Sospecho que no alcanza la virtud de mi silencio,
tanta lágrima parida en los huecos del secreto.
Mi corazón es la roca donde apenas me sustento
sin saber si aquel amor, valió la pena tenerlo.
Si inspira estos versos, si que valió la pena...
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