Ahora que la
noche abre sus fauces
sobre la
espalda fría de la luna,
tengo en mis
asombros la certeza,
la sombra más
cercana de mis dudas.
No hubo que
aventar a la tormenta
los designios
de un olvido enajenado,
la verdad del recuerdo que lastima,
lo absurdo del
silencio acorralado.
Dónde están
los que soñaban sin saber
la suerte que
al final suicidaría,
la sonrisa
esperpento de los pobres
solidaria de
herrumbres y desidia.
Ahora que la
vida me arrincona,
poco me
importa lo que digan
agoreros de la
suerte en cuesta abajo
dignatarios de
verdades y mentiras.
Idiotas ilustrados sin remedio
jornaleros del
oprobio y la avaricia,
santurrones
echados de la iglesia,
amargados sin
derecho a la sonrisa.
El tiempo ira
borrando cicatrices,
delatando mis
sueños a destajo,
mirando de
reojo a los enconos
que mutilan los recuerdos más
sensatos.
Seguro que la noche abrió sus fauces
y devoró el reflejo de la luna,
mis asombros,
la certeza, el silencio
No hay comentarios:
Publicar un comentario